miércoles, 26 de octubre de 2016

La Duna

Sobre la arena, camino despacio, atento al espejismo que se me aparece a lo lejos.
El viento, cargado de polvo, me lacera la cara. Apareces y desapareces entre el lagrimeo de mis ojos y el aire caliente que refleja un oasis lejano. Te fuiste hacia allí, las huellas van desapareciendo pero aún se intuyen.
Un pañuelo, unas botas. Tus huellas se espacian. Corres descalza. Has debido encontrar el charco que vimos desde el avión. Subo con dificultad, mis botas se hunden en la arena. El sol se levanta tras la inmensa duna. Llego a la cima y te veo allá abajo. Nadas desnuda, inmersa en un río infinito que viaja hacia el Este y sube como una cascada hacia el cielo de una forma imposible. -¡Es la hora! ¡Ven! ¡Nos vamos!-, me dices feliz mientras te entregas a la corriente y el cielo nos llama.


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